Que hay que merodear por las calles de una ciudad para entenderla o al menos para asombrarse.
Que hay que mantener esa mirada pura, inocente y sincera. Descubrir y explorar aun cerca de casa.
No hace falta coger un avión para llenar tus pulmones de aire fresco.
No hace falta la antítesis para romper con todo.
Sólo renovar nuestra mirada, palpar los caminos que pisamos, oler la atmósfera que nos engulle, y el sonido que nos atrapa en ese estado de armonía que se nos olvidó buscar enredados en lo de siempre.
Aunque las pisadas y la memoria pesen
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