Siguen siendo fotos de Dublín pero dejo a un lado las calles
coloridas y me sumerjo una vez más en los pequeños rincones de la consciencia.
Espacios góticos y arbolados que llaman al olvido o al recuerdo,
que con la misma fuerza luchan arropados por aquel viento que trajo el caos más
profundo en la mañana más clara.
No quiero ponerme filosófica, sólo reflejar la otra cara de
Dublín: la devota y solemne.
Los
arbotantes, los arcos de punta y las bóvedas que se dejan entrever entre las
punzantes ramas desnudas.
El Dublín romántico y poeta. El artista, el silencioso y expectante.
El de noches silenciosas y cielos grises. El de los secretos y las historias.
El de los pequeños rayos de sol intentando hacerse hueco entre la sombra.
Cada día querida, me gusta más tu blog.
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