Hay algo hermoso en el hecho de perderse: tener que
encontrarse. La vida nos pone a prueba de la formas más absurdas y más
dolorosas. Nos envía señales y reflejos en las que a veces nos cuesta
reconocernos.
Nos pasamos la vida siendo un proyecto. Siempre inacabados y siempre con la angustia de sentirnos incompletos, nos aferramos a comodidades absurdas que relajan nuestra actividad y movimiento.
A veces hay que enfrentarse a la desnudez más fría, a la
soledad más desamparada y el dolor más real para retomar la pregunta por el
sentido de las cosas.
Preguntas anestesiadas por una rutina que, lejos de
acercarnos a nuestro sentido, nos alejan de él.
Rompamos pues las normas y dejemos de servir a un sistema
que no responde a nuestras necesidades más hondas. Permitámonos el lujo de ser
creativos y de salir del camino que otros se encargaron de dejarnos marcado.
Nunca será sencillo. Nunca hallaremos todas las respuestas
pero algo dentro de nosotros nos hará sentir que, al contrario de lo que
piensan los demás, estamos tomando la senda exacta que nos dirige a construir
lo que realmente somos.
Fuente de inspiración: La ética protestante y el
espíritu del capitalismo, Max Weber
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