Desde el éxito de las revoluciones liberales atendemos a una
palabra que se ha convertido en otro de los baluartes de los políticos
modernos: “igualdad”.
"Luces, sombras: vida". El Escorial |
¿La igualdad de quienes?
No creo que sea cierto lo que se dice sobre que todos
tenemos igualdad de oportunidades. Aun así, si que confío en que con mayor o
menor dificultad ahora somos muchos más los que podemos optar a puestos y
comodidades que antes el régimen estamental no nos permitía.
Comparto la idea del pensador y político liberal francés ,Alexis
de Tocqueville, que decía que “igualdad no es igual a felicidad”.
Vivimos en un mundo en que todos competimos contra todos.
Desde la mayor de las nimiedades, como puede ser la belleza, hasta la lucha por
el poder, por el éxito personal y profesional… En definitiva, por todo aquello
con lo que podamos compararnos con los demás.
¿A qué nos lleva todo esto?
Al absurdo de comprarnos con todos, de envidiar los logros
ajenos, de temer que alguien nos supere en la materia en que creemos ser
buenos.
No dejo de ver allá donde mire a gente que intenta destacar
de las formas menos nobles, cuyo único propósito es tener éxito. A veces un
éxito robado, perdiendo la noción de que para destacar en algo no es importante
esa intención de destacar, sino el disfrute, desarrollo y esfuerzo que conlleva
involucrarse en algo que nos llena.
Queremos llegar a lo alto con el mínimo esfuerzo. Gritar
“¡aquí estoy!” y que nos miren.
Detrás de todas esas ansias de reconocimiento se esconde el
más puro sentimiento de inferioridad. Los mayores temores a no ser nadie. La
tristeza que se intenta subsanar a golpes de popularidad.
En personas corrientes, vulgares, que aparentan ser
diferentes. Quieren ser dueños de sus vidas pero en el fondo lo son sus pasiones.
El sentimiento que les suscitan sus fans, esa necesidad constante de que
alguien les diga que valen algo.
En España impera esa necesidad de cotillear las vidas
ajenas. De criticar todo de forma hipócrita. Nos jode que allá gente que sin
valer nada llegue a lo más alto por “enchufe” pero al mismo tiempo todos
queremos tener ese contacto que nos haga subir.
Twitter, en mi opinión, es una de esas formas que tenemos de
expresar esa necesidad de hacer valer, en este caso, nuestras palabras. Nadie
es más por tener más seguidores. Nadie vale más por tener más fans desde el
momento en que ese “éxito” parte de cosas banales, de pura imagen, de
diversiones pasajeras, de puro marketing y no de un verdadero valor de la
persona y de su labor para la sociedad.
¿Cuándo se dejó de valorar el ingenio? ¿la inteligencia, la
honradez, la sinceridad, el arte, la creatividad?
Los valores de siempre se han perdido. Navegamos sin rumbo
sobre la superficie de las cosas y olvidamos que detrás de una carcasa bonita
hay toda una maquinaria compleja que ni nos molestamos en conocer ni entender.
Seguid si queréis por el camino sencillo. Seguid
convirtiendo en dioses a gente de actitud deplorable. Convertidles en monstruos
dándoles un poder que no saben manejar. Seguid queriendo ser vosotros los
dioses de la banalidad. Subiros al carro de la fama por la fama.
Es vuestra vida. Dejad de malgastarla y centraos por una
vez en hacer aquello que os llene de verdad. Aquello de lo que podáis sentiros
orgullosos y por lo que la gente os valore porque sois así y porque amáis lo
que hacéis.
Añado las grandes palabras que con motivo de esta entrada ha dicho un gran amigo, @UveDeKa :
"La intensa lucha por ser mejor que los que te rodean es la misma que impide que crezcas como persona, artista o humano".
Fuente de inspiración: simplemente mirar alrededor